domingo, 16 de marzo de 2014

Todo cambia.

El verano se va lentamente y J. retomó su abnegada vocación docente. Eso implica que a eso de las 7.30 cada mañana se ponga el casco, saque la bicicleta y huya de casa.  Hace un tiempo eso era para mi un relamido placer ya que me estiraba en la cama y luego de algunos minutos de sueño vagaba a mis anchas por la casa. Pero ahora., eso se acabó. Ella se va y me deja a solas con el invasor. Y el maldito se despierta justo cuando la madre se va. Y se despierta con hambre, con ganas de cagar y de jugar hasta las 9 que es la hora en que lo arrojo al jardín en manos de una deliciosa maestra jardinera que no se como carajo no para de sonreir cuando tiene al menos doce invasores que atender.
No puedo creer lo que cuesta ponerle una remera para que al rato se la tenga que cambiar por otra ya que decidió comerse un jugoso durazno encima de la anterior. En fin, todo cambia incluyendo la velocidad con la que el tiempo me pasa por encima. Continuará.....