Dejensé de joder. El invasor ha diseminado sonajeros de todas las formas y colores por todos lados. El muy vago no gatea sino que se estira o se da vueltas hasta llegar al objeto deseado y si de esa forma no consigue su cometido intenta en un supremo esfuerzo gatear. Y lo logra, pero para atrás. Se va alejando lentamente del objetivo, se pone como loco y luego chilla. En eso se parece también a mí.
Las madres son seres abnegados. Siempre dispuestas a reir, festejar y perdonar al heredero. Y a sacrificar casi todo para atender su rutina. Que la hora de pasear, que la hora del baño, que la hora de la comida, que la teta a demanda, que la cremita en los pliegues, que comprarle ropita de invierno, que llevarlo a la pediatra, que ir a la farmacia, que comprarle la frutita que le gusta, que cambiarlo para salir, que preparar el bolsito con juguetes, que cortarle las uñitas, que lavar los baberos, que sacarle fotos o filmarlo, que tomarle la temperatura, que abrigarlo o desabrigarlo, que cambiarlo de lugar para que no se aburra. Y sigue hasta el infinito. ¿ Y yo qué? Bueno yo escribo estas cosas en los entretiempos de los partidos de fútbol. Estoy a full.