martes, 24 de diciembre de 2013

El invasor y el mar

¡Vamos al mar!  ¡Vamos al mar!  Ese era el clamor popular en este diciembre caluroso y agobiante. Mes que debería ser eliminado del calendario porque es perjudicial para la salud física y mental.
Otro error de padre en esta cadena interminable de desaciertos que vengo cometiendo. Ir al mar YA NO ES como era antes. Antes del invasor.
De ir a 150 km por hora escuchando a Led Zeppelin con la cabellera al viento pasamos a ir a 100, escuchando una y otra vez al gallito Cocoricó y con protector solar en la pelada.
De levantarse temprano para ir a correr por la playa a levantarse temprano para preparar al invasor para que con suerte lleguemos a la playa  a las once que es la hora en que uno tiene que volver.
De acostarse a la madrugada a caer fulminado a las nueve de la noche luego de recoger los cientos de objetos que invasor desparrama.
De dormirme  una siestita a intentar que el invasor pegue un ojo aunque sea por quince minutos a la tarde.
De llegar y bañarse plácidamente a llegar e invertir horas en sacarle la arena que tiene pegada el invasor en su diminuta humanidad.
Lo que no cambió y sigue inalterable es que nuestro mar es helado. La diferencia es que antes no sentía el frío.