sábado, 22 de septiembre de 2012

¿Hijo de tigre?

Cada día que pasa recuerdo las palabras de mi amigo R. quien solía decir: "En casa coger no es un pecado, es un milagro". ¿Se pensaban que en este tierno blog no iba a hablar de sexo? Se equivocan puedo hablar mucho aunque no practicarlo. Atrás quedaron esas cenas románticas en el balcón a la luz de las velas comiendo camarones grillados con un vino de alta gama. No hay cenas románticas, el balcón está lleno de pertenencias del invasor, los camarones se pudren en el freezer, el vino de alta gama se evaporó y el agua mineral es lo que sobrevive en la heladera.
La madre tiene que despegarse de la atracción que ejerce el recién nacido y el padre recordar que la que muestra las tetas todo el día, es una mujer y no un centro de nutrición. Si logramos vencer en  estas dos arduas epopeyas se podría intentar un fugaz encuentro en un pasillo porque en estos momentos no alcanza para una maratón de Venus. Bue......tampoco se vayan a creer que antes sacaban número para vernos. El pendejo va aumentando de tamaño día a día lo que me hace suponer que pronto vendrán nuevos desafíos y que el lavadero va a ser un buen lugar para un encuentro sexual. Ya lo estoy reciclando, quizá el lavarropas ahogue los gritos.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Jaque al rey

Nunca fui bueno para el ajedrez, que lo diga mi primo sino. La ansiedad se apodera de mi, me exaspera que el otro no mueva y obviamente cometo los errores que le cuestan la vida a mis reinos de tablero.     ¿ A qué viene todo esto? Simple, el invasor detectó esta debilidad y solo propone juegos de ajedrez.
El hambre nos hace ver visiones entonces viene la ceremonia.- Se está durmiendo, cocinemos para comer, dice uno-. -No, esperá que está haciendo ruiditos. Se va a despertar-dice el otro.
-Se durmió-gritan de felicidad ambos padres en un momento cercano a la medianoche. Y se larga la maratón del pollo al horno. Mala idea. En estos casos minutas o delivery. Porque luego de la cocción y cuando los olores nos ponen cerca del nirvana sucede lo previsible. El jugador de ajedrez hace su jugada. Uééé, uééé, uééééé. Jaque al rey. Ese rey que era yo, no hasta hace mucho.
 -¿Te gusta el pollo frío?- Otro juego perdido. Todas nuestras movidas son anticipadas por él.
El hijo de satán sigue haciendo de las suyas. Mientras hay visitas es un príncipe, cuando se van un dictador. Cada día exige más cosas  y últimamente quizá para que añore mis andanzas caribeñas se le ocurre bañarse en bolas en su propio mar. Lo único que falta es que pida unos tragos señalando a la teta.

domingo, 2 de septiembre de 2012

No quiero salir

Compromiso ineludible y hay que salir. Nada es como antes donde uno llevaba los documentos, la llave del auto, unos mangos y a disfrutar. Ahora no. Hay que mudarse. Eso lleva tiempo y consume energías vitales para encarar la salida que ya de por si es una epopeya. Porque uno está algo cansado, algo nervioso, algo obsesivo, algo......ALGODON.......nos olvidamos del algodón.
Esta pequeña mudanza sería más sencilla si pudiéramos dejar al bebé en casa, pero no, las instrucciones dicen que tenés que llevarlo adonde vayas. Y ese es el factor determinante porque realmente te vas de tu casa a la hora que EL decide. Podés llegar dos horas tarde pero al invasor no le importa. Solo le importa su comida. A cualquier costo. Caiga quien caiga.
La que primero cae, claro está, es la madre que apenas puede llevar el bolso. Ese bolso que preparó para que el bebé tenga ropa hasta que vuelva de la Universidad. Luego cae el padre verificando que el tamaño de rodado del que dispone no es apto para tales hazañas.
Pero nos va a hacer bien salir un poco dicen los entendidos. Como en todas las ocasiones, los entendidos no entienden un carajo. El estar en otro ambiente excita tanto al invasor que muestra un envidiable estado de ánimo inversamente proporcional al de sus padres. Mimado por toda la concurrencia puede hacer extender la velada hasta que finalmente el sueño lo vence. Y traerlo dormido de vuelta con todas sus pertenencias. Con la madre casi desmayada y el padre manejando sin los reflejos necesarios se llega al fin al hogar. Justo en el instante en que el invasor se despierta para continuar  con su proceso alimenticio.