Antes dormía, cagaba y comía en un espacio reducido por lo que su supervisión era relativamente fácil. Ahora con su movilidad incipiente amplió el abanico de posibilidades y obviamente de riesgos. -No hay que sacarle los ojos de encima- dicen las viejas. Y en ese trámite se van los días. Pero la tarea es ingrata además de imposible ya que al menor descuido se cae de cabeza y como uno estaba mirando para otro lado no tiene la menor idea de donde se golpeó hasta que aparece el hematoma o chichón. Todo el mundo te mira como un asesino serial. La respuesta no pasa de un -hago lo que puedo. -Hacé más- dice el mundo.
Y mientras escribo esta catarsis recuerdo esos comentarios que se refieren a que lo que viene es peor y los otros que dicen que no hay nada más lindo que ser padre. Y no entiendo.